miércoles, 2 de agosto de 2017

Soneto III

La arena del reloj crea oasis a los que aspiro,
cada rincón de mi cuerpo suda lágrimas
que quemarán el bosque para facilitar el camino
a pesar de que ardan las brasas.

Siento que cada beso es una palabra
porque con cada una que doy
queda menos para no volver a darla.

Este derrame cerebral lo dibujé con 10 años;
la muerte enamorada de otra
deseando morir para no hacerse más daño.

Enfermará esta voz desnuda por cantarle a un glaciar
que en la Antártida no hay flores,
que está en venta Nunca Jamás
y que el cielo se derrite con cada lágrima que llores.