Con
el recuerdo de ese día:
la
luz huyendo sin saber para,
hacia
la oscuridad más pícara
que
en la Tierra haber podía.
Quizás
devastados por la sed,
pensando
alguna estupided
siguieron
a la fugitiva clara.
Resultó
ser no más que entelequia
de
una psique algo soñadora
que
con decepción no amedrentara
más
que alguna extraña vez
una
resistente y larga red
que
de caer nos salvaría.
Tocando
el suelo al mediodía
por
desventura con la cara,
sintiendo
ésta ya muy fría
con
heridas y sin cura,
y
tapadas por el césped.
Se
preguntará vuestra merced
si
aquéllas me dolían.
Entonces
yo le contestaría:
en
efecto; y con locura
se
alza mi voz en rabia
huyendo
al muro y su negrura
mientras
ella me apunta como un juez
y
grito: “¡Estoy contra la pared,